EL
SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Dios ha llamado al hombre y a la mujer, en el matrimonio, a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, “de manera que ya no
son dos, sino una sola carne" ( Mt 19,6 ).
La alianza matrimonial del hombre y de la mujer, fundada y estructurada con leyes propias dadas por el Creador, está ordenada por su
propia naturaleza a la comunión y al bien de los
cónyuges y
a la procreación y educación de los hijos.
Jesús enseña que, según el designio original divino, la unión matrimonial es indisoluble:
Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” (Mc. 10,9 ).
Jesucristo
no sólo restablece
el orden original
del Matrimonio querido
por Dios, sino que
otorga la gracia para vivirlo en su nueva
dignidad de sacramento, que es el signo
del amor esponsal
hacia la Iglesia.
La celebración
litúrgica del
Matrimonio es
pública, en
presencia del sacerdote ( o de
Iglesia) y de otros testigos.
El consentimiento
matrimonial es la
voluntad, expresada
por un hombre y
una mujer, de entregarse mutua y
definitivamente, con el fin de vivir
una alianza de amor fiel y fecundo.
Puesto que el consentimiento
hace el Matrimonio, resulta
indispensable e insustituible.
Para que el Matrimonio
sea válido el consentimiento
debe tener como objeto el
verdadero Matrimonio y
ser un acto humano, consciente y
libre, no determinado por la
violencia o la coacción.
cónyuges un vínculo perpetuo
y exclusivo.
Confiere a los esposos la
gracia necesaria para
alcanzar la santidad en la
vida conyugal y acoger
y
educar responsable mente a los hijos.
Los pecados gravemente
contrarios al Matrimonio
son los siguientes:
el adulterio, la poligamia, el
rechazo a la fecundidad y el
divorcio.
La Iglesia no puede reconocer como matrimonio la unión de divorciados vueltos a casar
civilmente.
Quien repudie a su mujer y se case con
otra, comete adulterio contra aquella; y si ella
repudia a
su marido y se casa con otro, comete
adulterio”
(Mc
10,11-12).
La familia cristiana es llamada Iglesia doméstica.
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